IE Monseñor Gerardo Valencia Cano

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Objetivos y Filosofía

Objetivos

  • Desarrollar en los estudiantes su capacidad crítica, reflexiva y analítica para que puedan transformar positivamente su realidad.
  • Capacitar a los estudiantes en el manejo de avances científicos y tecnológicos para que sean personas competentes en el medio laboral y en su entorno.
  • Formar al estudiante en un ambiente de tolerancia, respeto a la vida, a los derechos humanos y a los principios democráticos enmarcados en el diálogo, la convivencia y la paz social.
  • Brindar a los estudiantes una educación integral que implique su mejoramiento intelectual, espiritual, afectivo, físico y estético, fortaleciendo su desempeño tanto individual como social que les permita desenvolverse en un medio competitivo.
  • Proporcionar a los directivos y docentes espacios de capacitación, de actualización e integración con miras al fortalecimiento del ser y de su quehacer pedagógico.

Filosofía Institucional

El enfoque filosófico que orienta el accionar de la INSTITUCIÓN EDUCATIVA MONSEÑOR GERARDO VALENCIA CANO, tiene como eje central el desarrollo holístico del niño y del adolescente en todas sus dimensiones: cognitiva, socio- afectivo, comunicativo, espiritual, corporal, ético y estético.

Los cimientos de dicha concepción filosófica, parten de los conceptos teóricos que tanto el niño como el joven son seres en formación con capacidades, RITMOS Y ESTILOS DE APRENDIZAJE, intereses y necesidades diferentes; por tal razón la práctica pedagógica se asume como una relación activa con el conocimiento, que inscribe tanto al maestro como al estudiante en sus procesos de construcción, generando aprendizajes significativos.

En este sentido, desde EL PROCESO DE enseñanza Y APRENDIZAJE se pretende vivir con intensidad el dinamismo del conocimiento, recreando y fortaleciendo el pensamiento, creando las competencias requeridas para aprehender el mundo, ayudando a construir criterios éticos en los estudiantes, formando ciudadanos comprometidos con la construcción de lo social, la convivencia ciudadana y la conservación del medio ambiente; y ante todo, busca formar personas autónomas desde el punto de vista intelectual, personal y social. De esta manera, se propician nuevas formas de ver el mundo, de aprehenderlo, de relacionarse con él, con una actitud crítica, analítica, reflexiva, e incluyente. Igualmente, la institución enmarca su quehacer en la apropiación paulatina de los conocimientos básicos de la ciencia y en la utilización racional de los avances científicos y tecnológicos; con el fin de formar y desarrollar mentes creativas y sensibles a los problemas, lo cual incide en la calidad de vida de los estudiantes y la de sus comunidades.


7 aprendizajes básicos para la conviviencia social

  1. APRENDER A CONVIVIR CON EL OTRO: Fundamento de todo modelo de Convivencia Social.
  2. APRENDER A COMUNICARSE”: Base de la autoafirmación personal y grupal.
  3. APRENDER A INTERACTUAR: Base de los modelos de relación social.
  4. APRENDER A DECIDIR EN GRUPO: Base de la política y de la economía.
  5. APRENDER A CUIDARSE: Base de los modelos de salud y seguridad social.
  6. APRENDER A DECIDIR EN COMUNIDAD: Base de la sociedad y la participación democrática.
  7. APRENDER A CUIDAR EL ENTORNO: Fundamento de la supervivencia y la preservación del medio ambiente.

Semblanza de Monseñor Gerardo Valencia Cano

Monseñor Gerardo Valencia Cano

Conocido como el apóstol de los negros, Gerardo Valencia Cano nació en Santo Domingo, Antioquia, el 26 de Agosto de 1917 en el seno de un hogar profundamente católico, siendo el mayor de 12 hermanos, 5 de los cuales se dedicaron a la vida religiosa: dos hombres y tres mujeres. Desde muy pequeño sintió su vocación sacerdotal desempeñándose como monaguillo y participando activamente en todos los eventos organizadas por la parroquia.

Durante su infancia la economía familiar empezó a desmoronarse, hasta el punto de llegar a la quiebra. La crisis fue tal que cuando expresó su deseo de vincularse al recién fundado Seminario de Vocaciones de Yarumal, la familia no contaba con los recursos para costear su sacerdocio, siendo su abuelo materno quien le ofreció trabajo para que financiara el ajuar y los gastos del viaje.

Después de muchos esfuerzos y sacrificios, ingresó al Seminario en febrero de 1929 a iniciar su bachillerato. Estando en cuarto grado la situación económica de su familia llega al límite, por lo que su hermano debe abandonar sus estudios para mantener a la familia y garantizar la estadía de Gerardo en el seminario.

Fue ordenado sacerdote en noviembre de 1942, mientras que en el país, el partido liberal llegaba al poder tras la prolongada e infructuosa hegemonía conservadora, y se abría espacio para la industria y la recuperación de la economía.

Además de su fe profunda y sus convicciones cristianas, Gerardo solía interpretar el tiple, la bandola y la guitarra, con las que amenizaba su labor pastoral.

Inmediatamente después de ordenado, fue nombrado profesor de seminario, donde se caracterizó por su rigor y su disposición para la oración y la reflexión profunda sobre la realidad social del país, y el papel transformador que debía jugar la iglesia Católica en este escenario. En 1944 viajó a Bogotá para hacer su especialización en Filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana.

Luego de dos años en Santa Fe de Bogotá, y tres de haber sido ordenado sacerdote, es nombrado Prefecto de Disciplina del Seminario de Yarumal, lo que acentuó su templanza y rigor, mientras asumía con sentido crítico la realidad nacional y el entorno de la Segunda Guerra Mundial.

Le marcó profundamente el asesinato del Caudillo Liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, quien había escrito que “el hambre, la miseria, la desnutrición, el paludismo, la anemia y la ignorancia no son liberales ni conservadoras, sino producto de la opresión oligárquica”.

También le impacta profundamente la fundación de la OEA, tras la conferencia Panamericana en Bogotá, el 30 de abril de ese año, y la campaña de resistencia pacífica iniciada por Mahatma Ghandi en la India y su posterior asesinato el 30 de enero de ese mismo año.

Se perfiló entonces su pensamiento dinámico y profundamente social, su visión crítica y de avanzada frente a la problemática de su país. En 1949 es nombrado Prefecto Apostólico del Vaupés, con lo que por fin lograría realizar su ideal de trabajar en las Misiones. Desarrolló una activa misión pastoral con los indígenas de las más variadas etnias, y llegó incluso a escribir el Himno de la Intendencia del Vaupés, un reclamo de atención al gobierno central hacia los desamparados y extensos territorios nacionales.

Como premio a su excelente labor a favor de los pobres, S.S. Pío XII creó el Vicariato Apostólico de Buenaventura, y le nombró como primer vicario en 1953. Con profundo pesar, pero ejemplar obediencia, abandona su amado Vaupés para trasladarse a Buenaventura, convencido de que su misión era trabajar por los pobres, más en un país donde se presentaban las primeras manifestaciones de inconformidad por las promesas incumplidas de los mandatarios de turno.

En 1954 es citado a audiencia con el Santo Padre, quien le concede la autorización para construir una capilla y para liderar el ejercicio de las Misiones Seglares mediante el sistema de voluntariado.

En 1960 percibe los grandes problemas sociales del país como una bomba de tiempo que continuaría con la violencia antes iniciada con el fanatismo político, por lo que promueve con sus acciones la fundación del partido social cristiano en Latinoamérica.

Participó en las tres etapas del Concilio Vaticano Segundo (1962 a 1964), en el que se acogen la libertad religiosa, el ecumenismo y el papel de los seglares en la iglesia, ideas que Monseñor ya había promovido y abrazado con entusiasmo. En 1963 se realiza en Bogotá el congreso de Sociología presidido por su amigo Camilo Torres, de quien apoya las ideas pero le pide prudencia y mesura. En este congreso Camilo Torees expuso los estudios sobre la violencia en el campo y en especial sobre Marquetalia, pero es desautorizado por el cardenal Concha, y Marquetalia es tomada por el ejército.

En 1965, tras varios diálogos con Monseñor Gerardo, Camilo Torres redacta una plataforma política irreconciliable con la insípida política social de la Iglesia, por lo que solicita se le reduzca a su estado laical.

En 1966 Camilo Torres anuncia su enlistamiento en las filas del ELN y es asesinado 15 días más tarde. A raíz de este suceso, la iglesia fue percibida como enemiga de la clase trabajadora y comprometida con el status quo del gobierno.

En 1967 continúan los primeros movimientos de sacerdotes inquietos por lo político, y redactan un documento llamado “Revoluciones para el bien común”, inspirado en la encíclica PopulorumProgressio.

En 1969 un grupo de sacerdotes españoles y colombianos como Domingo Laín, el cura Pérez, y el propio Gerardo Valencia como asesor espiritual, influenciados por la teología de la liberación promulgada desde los textos de Hans Küng y Bernardo Bolf, y la pedagogía de Pablo Freire, se encuentran en la famosa Reunión de Golconda, donde suscriben un documento instando a la revolución del evangelio, desde los ánimos y el servicio.

Pérez, convencido del camino de las armas, se une a la guerrilla, y Laín se va a Nicaragua para unirse con Somoza en la lucha armada centroamericana.

Monseñor Valencia, renegando del camino de las armas, regresa a Buenaventura, desde donde inicia su prédica social por la revolución pacífica. Aunque era conocido como el apóstol de los negros, fue allí donde la figura de Gerardo Valencia se proyectó a la vida pública nacional, y en círculos de la Iglesia empezó a llamársele El Obispo Rojo, por la abierta tendencia revolucionaria y liberal de sus prédicas. Llevaba casi 20 años luchando por los derechos de los negros, y ahora lo hacía por los pobres, y aunque rechazaba las ideas armamentistas de sus compañeros Pérez y Laín, compartía a fondo sus ideas revolucionarias y liberadoras.

La iglesia católica, en vez de acoger su posición pacifista frente a la revolución, le rechazó y persiguió por sus ideas de izquierda, aunque la calidad de su apostolado y el acompañamiento de “sus morenos” impidieron que las autoridades eclesiásticas tomaran represalias por su posición.

Catapultado a la escena nacional, el Obispo Rojo se convirtió en la voz de la conciencia de los oprimidos, y desde su programa radial por la emisora de Buenaventura motivaba con frecuencia las airadas reacciones de la alta sociedad del país.

El 1972, viajando de Yarumal con destino a Buenaventura, el avión que había salido del aeropuerto Olaya Herrera, se estrelló en el Cerro San Nicolás, en los Farallones del Citará en oscuras circunstancias que nunca fueron aclaradas, y que fueron calificadas por algunos como de atentado, dada la posición que había adoptado frente al papel de la Iglesia en el asunto social.

Los escritos y arengas transmitidas por Radio Buenaventura, sus abundantes oraciones, y el rechazo sectario de la Iglesia, muestran a un hombre profundamente adolorido por los indios y las negritudes, y que ante la opción de las armas prefirió la del crucifijo, la evangelización y la iluminación de las conciencias, y que la Colombia de sus morenos recordará como el hombre del Siglo en Buenaventura: su pequeño pero monumental Obispo Rojo.

Siguiendo las enseñanzas de Monseñor Gerardo Valencia Cano resaltamos en él, su lucha por los indígenas y las comunidades negras, las cuales fueron su razón de ser según reza en esta reflexión. “Hermanos, yo soy un porteño que ha sufrido durante diecinueve años la dureza de la estiba sobre los hombros encorvados de sus hermanos con hambre de libertad.

Yo soy un hombre que, habiendo recibido de Cristo su mandato de amor, ve con angustia que el egoísmo de los que tienen, clava sus garras implacables sobre las frentes de los desposeídos;

Yo soy hombre que siente en su sangre Latinoamericana hervir ardientemente un anhelo de libertad inalcanzado por quienes en los parques de nuestras ciudades llevan el nombre de libertadores;

Yo soy un hombre latinoamericano que comprende con una luz hiriente, que sólo borrando fronteras y uniendo razas, valorando lo nuestro y soltando las coyunturas de lo foráneo, podremos ser para el mundo una esperanza.

Yo quisiera llegar a cada puerto como uno de nuestra casa; y quisiera acogeros en el mío como a mis padres y hermanos.

Por qué mirarnos como extraños? Por qué desconfiarnos mutuamente? Latinoamérica es un corazón envuelto en el azul de dos mares que se abrazan. Soy un hermano vuestro Latinoamericano, nacido en las montañas de los Andes, quemado por el sol de vuestros valles, herido por las espinas de la selva, conocedor del Amazonas y del Plata.

Mi experiencia de la tierra y la angustia de libertad, me impulsan a luchar para que tengamos una sola patria”.